La exposición “El
infiel en la superficie” nos parece oportuna por la manera que tiene Juan
Carlos de encarar el problema del espacio en el tratamiento de sus objetos. Es
una manera desprejuiciada, libre y lúdica, sin complejos, de acercarse a los
límites de la materia geométrica a través de los planos y las superficies, sin
más premisa o ley que la que le otorga la libre asociación de formas que dicta
su sensibilidad compositiva. Aunque quizá eso no sea estrictamente así, como
nos indican las leyes de la Gestalt, y es que la pregnancia de un objeto
depende de variables que podemos no ser conscientes de utilizar al crear una
determinada composición. La repetición compositiva, que se basa en el principio
de memoria, nos permite explicar por qué una serie nos puede dejar una impresión más profunda que el objeto aislado,
y la consecuencia de la monotonía puede ser eludida con pequeñas variaciones,
no inmediatamente perceptibles, sobre la repetición inicial.
Según Deleuze, "desde la
representación, la repetición sólo puede explicarse de modo negativo; es una
limitación relativa a nuestra representación del concepto, lo que nos impide
acceder a la multiplicidad de las cosas que éste puede representar. La
repetición sería "la diferencia sin concepto, y no es entonces
representable". Mientras que la diferencia supondría el cierre del círculo del
concepto, en su infinitud.
Desde el punto de
vista de la experiencia C-aps, nos interesa la interrelación del propio objeto
espacial con el espacio en que se inserta. Variables como color, escala,
situación condicionan esta relación con los muebles y objetos que habitan la
sala y aún con los habitantes, visitantes mudables que entran, salen, dirigen
su mirada, o se sientan a charlar. De igual modo, se producen los
desbordamientos emocionales de la praxis geométrica del trabajo de JCM. De
manera no consciente, se producen asociaciones, vínculos ocultos a las
motivaciones de la conciencia que van más allá del significado de las palabras
y los conceptos. Así , División y Abatimiento de un plano, podría representar
para un hipotético espectador visionario, el sentimiento de pérdida de la
pareja, en el fin de una relación. Entonces, entramos en lo que realmente importa, la mirada del espectador, que hace
suya la obra al observarla, transformándose en infinitas realidades vivientes en
cada una de las mentes que observan, y transforma la obra ahora sí, artística,
desposeyendo parcialmente de su propiedad intelectual al propio autor. La obra
entonces, es disfrutada en la mente del observador, que la recrea infinitamente, cada vez que se
observa por nuevas miradas.
Juan luis Yáñez.
blando. acero oxidado.
2009
40x38x30 cm
mostaza. acero esmaltado
2012
27x21x35 cm
slanted & enchanted. acero esmaltado
2009