ENTREVISTA de Fernando Roldán a Paco Pérez Valencia.
Hace poco estuvimos visitando el estudio de Paco en Sanlúcar de Barrameda, “la cueva". Más bien, parece el laboratorio de un Leonardo Da Vinci moderno. En las diversas estancias, se reparten sus distintos trabajos de creación; proyectos artísticos y empresariales se entrecruzan. Tanto uno como otro, son mimados bajo la luz de “lo emocional”. Óleos, dibujos, objetos, experimentos, mesas de trabajos llenas de proyectos garabateados, para sofocar tantos frentes que tiene abiertos. Trabajador incansable; debe atender a sus compromisos con las galerías que trabaja habitualmente en Madrid, Barcelona y Sevilla. Sus clases en Barcelona, donde se desplaza cada semana. Su trabajo docente -empresarial, al frente de dos recientes proyectos que ha creado y dirige en Sevilla: la “Universidad Emocional” y el “Centro de Todas las Cosas”. Al finalizar la jornada, de vuelta a Sanlúcar. Con su familia.
Es muy posible que en el panorama artístico nacional, actualmente, Paco Pérez Valencia ocupe un lugar predominante como investigador e innovador en la revisión y propuestas de nuevos conceptos artísticos. De lo que estoy seguro es que estamos ante un soñador que va dejando muchas puertas abiertas, esa generosidad no tiene precio.
Cuando Juan Luis y yo le propusimos esta exposición, con las condiciones que el nuevo formato de C-aps experience exige, le pareció una locura. Apartó diversos proyectos y se puso a trabajar en la confección de una exposición integral para esta “locura”, con la misma ilusión de un principiante. Gracias Paco.
El principio. La génesis. la vocación. ¿Cúando aparece?.
Soy creador desde siempre, como todos los niños. Mi vocación estaba en los márgenes de las historias principales, resultaban ser las cajas de los regalos, más que estos, que podían convertirse en fuertes contra los indios o en naves submarinas que terminaban por deformarse en la bañera. Mis primeros recuerdos datan de un querido profesor que no creía que fuera yo el que dibujara aquellas cosas en los cuadernos, de las continuas demostraciones con los amigos, los empollones y los golfos, lo que me reportó cierta consideración en el colegio. Mi padre me compraba los sábados una cartulina blanca para dibujar, toda una cartulina inmensa que me permitía retar a mi primo el mayor y a otros amigos para dibujar batallas, pero mis soldados siempre estaban mejor pertrechados y mejor equipados, por lo que, para dar ventaja a mis adversarios, me dedicaba a dibujar a la tropa herida, desparramada sobre el suelo, siempre en escenarios dantescos, en medio de la batalla.
¿Cómo se desarrolla?.
La pintura llegó más tarde. Mi tío Poto, hermano de mi madre, pintaba al óleo y el olor de su casa me fascinaba. Pasaba los tiempos muertos dibujando. Me gustaba soñar y hacerlo en mis libros de lengua, de física,... todos llenos de prisioneros buscando la fuga entre los párrafos, entre los números. Yo sería artista aunque mi madre llorase cuando dije que iría a Bellas Artes. La profesora de segundo, Carmen Márquez, nos aseguró que de cada promoción, con suerte, uno se dedicará al arte. Sabía que sería yo. La pintura vino a mí. Yo no la busqué, solo la rondé.
¿Cómo te gustaría que muriera?.
Pero cuando dices morir, eso no podrá ser porque no es una cuestión física y si perdiera mis manos seguiría viviéndola del modo que lo hago ahora. Creo que vivir el arte como creador es una cuestión de deseo, de convicción, no de acción. El arte vive en mí y cuando acabe todo, con mi vida se irá mi mundo y quedarán otros para hacerlo suyo, tal como yo hice.
¿De qué tomas conciencia, cuando te sientas delante de tu obra?.
Lo que ocurre ante el comienzo de una historia es algo único. Primero hay deseo y después frustración, éxito y fracaso, antónimos que juntos logran expandirse hasta consumir todas las horas de mis días. Esto es lo que me hace vivir con pasión, vivir la vida a sorbos como si hoy fueran a quitármela. Delante de una obra puedo vivir de todo, muy nervioso si todo sale cómodo y muy abandonado al desánimo si las cosas se enquistan.
Debo reconocer que mi proceso creativo es complejo a veces, es esencial, no estético, porque me preocupo por muchas cosas a la vez (quizá mi herencia museográfica); siempre trabajo varias piezas a la vez, raramente acepto encargos porque me descentran enormemente, parto de los bordes al centro, tratando de aunar en el mismo recorrido todas las cosas que el proceso me invita a valorar, de puertas que se me abren sin control y que algunas veces oso traspasar. Este trabajo es mágico y no pienso abandonarlo por un método seguro.
¿y cuando actúas?.
Nadie, salvo mi mujer y mi hijo, me han visto en acción, me refiero de verdad en acción. Mi ejecución es un caos, una cocina desastrosa, a punto de quebrar en un instante, soy grosero, asqueroso y hosco con mis piezas, pero también les doy mi vida.
¿Quién es tu referente?.
Tengo varios referentes, personas que han marcado poderosamente mi visión del mundo y que me hacen sentir el privilegio de la vida.
El primero, `el primer hombre´, Albert Camus, es el guía, como hombre, como intelectual y como creador, la primera vez que supe de él fue en Madrid, en 1994, cuando acudía al teatro del Círculo a ver `Calígula´. Enseguida supe ver o sentir que había otros que vivían la vida como yo la deseaba. Camus escribe como yo quisiera pintar. Sigue conmigo como primera y más elevada referencia. Después encontré en Alberto Giacometti a otro creador que podía mostrarme el mundo sin velo, absoluto. Rothko aparece tarde, pero me hace prisionero. Mi padre concentra mucho de estos tres autores.
...Y tus maestros; ¿Los elegiste?, ¿Te eligieron?
Uno puede pensar que estos referentes son los propios de un joven, pero yo sigo siendo joven. Sin embargo, no puedo dejar de tener presente (-y nunca lo dejaré de hacer-) al creador más completo que tuve oportunidad de conocer y a quien debo mucho de lo que soy: Paco Molina, el actor cultural más importante de esta ciudad, Sevilla, y que aún no ha tenido su valoración. Lo tuve poco tiempo, pero dejó en mí el mayor de los legados.
Legado que también recibí de alguien a quien admiro por el conjunto de todo su mundo y por su valor humano, Luis Gordillo, capaz de provocar en mí al mejor de los creadores totales posibles, obligándome a construir el arte desde dentro y desde la periferia, desde la obra al museo, desde el entorno al pensamiento y desde este a la escritura.
Por último, no puedo dejar de mirar en todas direcciones y encontrar en los más jóvenes un verdadero acicate. María Cañas, Jesús Zurita, Rafa M. Prada o Pereñíguez me recuerdan el joven que fui, el joven que soy.
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